«Ni en otras seis vidas arreglo yo este desastre

domingo, 30 de noviembre de 2014

Que se lleve el viento las cenizas

Hola, lo siento. No sé por qué me disculpo, si en realidad las cosas se han torcido otra de tantas veces por cosas de terceros, pero supongo que te pido perdón por aparecer en tu vida. No tendrías que odiarme o tenerme asco, si no me hubiese encabezonado en ser alguien importante para ti. No sé qué espero de esto, y probablemente te haya bloqueado para cuando lo leas, no por ti, sino porque no quiero ver qué respondes, no estoy lista, y tampoco quiero tentarme más a abrirte aun sabiendo que es final fatal. No me importa que leas esto y al final pienses que menos mal que me he ido de tu vida, solo quería, ya que no nos queda ningún otro lugar del que despedirnos, que el adiós fuera menos amargo. Se me hace difícil pensar en ti y no sonreír después de todo, así que bueno, ojalá no te quedases con lo malo y con lo que las que no hacen más que meterse en la vida de las demás te sueltan, espero que te quedes con los ratos buenos que pasamos. Que aunque igual no son muchos, fueron reales. Siento que todo haya salido así, y te deseo lo mejor de corazón.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Ahora que te has ido, eres mi combustible.

—Y ¿sabes qué pienso? —dice entonces—. Pues que para las personas, los recuerdos son el combustible que les permite continuar viviendo. Y para el mantenimiento de la vida no importa que esos recuerdos valgan la pena o no. Son simple combustible. Anuncios de propaganda en un periódico, un libro de filosofía, una fotografía pornográfica o un fajo de billetes de diez mil yenes, si los echas al fuego, sólo son pedazos de papel. Mientras los va quemando, el fuego no piensa: «¡Oh, es Kant!», o «Esto es la edición vespertina del Yomiuri Shinbun», o «¡Buen par de tetas!». Para el fuego no son más que papelotes. Pues sucede lo mismo. Recuerdos importantes, otros que no lo son tanto, otros que no tienen ningún valor: todos, sin distinción, no son más que combustible. —Kôrogi asiente como para sí. Luego prosigue—: Y ¿sabes? Si a mí me faltara ese combustible, si dentro de mí no hubiera esa especie de cajón de recuerdos, hace tiempo que, ¡cras!, me habría partido en dos. Y me habría muerto en cualquier rincón, tirada como un perro. Gracias a ese montón de recuerdos, valiosos o insignificantes según el momento, que van saliendo del cajón, puedo seguir viviendo, soy capaz de soportar esta pesadilla. Aunque a veces me diga a mí misma que ya no puedo más, los recuerdos me dan fuerza para seguir adelante.

lunes, 17 de noviembre de 2014

He perdido la cuenta

No sé qué día es, ni cuánto hace que se derrumbó todo lo que quedaba en pie. No sé a qué hora me tengo que acostar desde que dejé de recibir tus buenas noches, ni sé cómo voy a tener un día en condiciones sin tus buenos días. No sé cómo voy a sonreír, si no estás tú para sacarme una sonrisa. Tengo la memoria manchada con sueños que se creen recuerdos. Y ya no sé qué es real, y qué no.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

dejarlo ir

No tengo nada que decir, o bueno,tengo tantas cosas que no sé ni qué decir. Solo sé que esto es el final, que ya no habrá más sonrisas, que ya no habrá más momentos que algún día pueda recordar, porque ya se han acabado. Las lágrimas no me dejan descifrar lo que escribo, así que bueno, supongo que esto es el final, y podría acabar el texto así, sin más, como acaba todo, sin darnos cuenta y con una gilipollez que nos mata sin previo aviso.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Acaba conmigo.

Destrúyeme a abrazos
de esos que dejan huella.
Mátame pero a besos,
no a mentiras.
Inúndame a caricias,
no a ilusiones.
Destrózame a sonrisas,
no a palabras.
Te suspiro,
te pienso,
te susurro,
te confieso,
te gimo,
te cuento,
te sueño,
te vivo,
te siento,
te muero,
te quiero.
Y mis madrugadas
siempre llevarán tu nombre,
escrito en violáceo debajo de mis ojos.

martes, 4 de noviembre de 2014

te espero

Vente,
te espero,
toca el cigarro de las nueve.

Enfrente de la fuente,
de la fuente de siempre,
aquella de delante del semáforo,
la de las luces mágicas,
arriba del todo,
en nuestro escalón de siempre,
en nuestro refugio
en mitad de todo el mundo,
viendo a la gente pasar
e imaginando la historia de cada transeúnte.

Two Door Cinema Club sonando,
no me dejes sola susurrando sus letras;
cantan sobre las estaciones,
esas que el tiempo nos ha robado.
Está empezando a hacer frío,
ese que combatíamos
con abrazos
pegándonos más,
y anochece,
como cuando me perdía en tus ojos
y nos mirábamos con las palabras
que nuestros labios no se atrevían a soltar.

Te espero,
corre,
no tardes,
aquí nos vemos.